lunes, 25 de noviembre de 2013

Sherlock: Primera Temporada


A pesar de que ahora mismo estoy entusiasmado con series americanas como American Horror Story: Coven, eso no es excusa para dejar de dedicar una gran parte de mi seriéfilo tiempo a mis amadas series británicas.

Gracias a unos grandes amigos que muy acertadamente – y sabiendo cómo últimamente mis temas de conversación televisivos no se adentran más allá del terreno de la BBC o de Channel 4 - decidieron regalarme por mi cumpleaños una serie británica, esta vez mi tiempo está ocupado por la aclamadísima Sherlock, ese producto televisivo que reúne a la estrella de El Hobbit y al que pondrá voz al infame dragón Smaug. Así que parece que, cuanto menos, esta serie es prometedora.

Creador: Mark Gatiss, Steven Moffat
Género: Drama. Crimen.
Reparto: Benedict Cumberbatch, Martin Freeman
Duración: 3 temporadas (2010 – Presente)
País de Origen: Reino Unido




Sherlock, como muy bien anticipa el título, es una serie británica que opta por reintroducirnos a la misteriosa figura del detective británico más famoso de todos: Sherlock Holmes. Sin embargo, y experimentando un conveniente lapso temporal con respecto a sus andanzas originales, los responsables de la serie quisieron hacer más cercano a este héroe al situarle en un Londres contemporáneo con el que todos pudiésemos identificarnos.

Contando con una humilde cantidad de tres episodios, que, al mismo tiempo, tienen una soberbia duración de – nada más y nada menos – noventa minutazos (convirtiendo, en cierto modo, a esta temporada en una trilogía de películas de corta duración), Sherlock incendió las mechas de la pasión en los espectadores, arrastrándome así a sentir unas necesidades imperiosas de presenciar ese fenómeno de masas.


Lo que me encontré no era lo que me esperaba. Yo pensaba que la temática de la misma iba a ser adulta y oscura, y en su lugar lo que recibí fue una serie apta para menores con unos toques humorísticos bastante acertados pero que no encontraron un hogar – en un principio – en mi cerebro seriéfilo. El desconcierto en el que me sumió Sherlock fue tan intenso que, probablemente, actuaría como el inductor de esa paradójica postura que tan poco me gustaba: la indiferencia.

No es que la serie no me gustase, porque el personaje de Cumberbatch me apasiona y su capacidad de abstracción es tanto genial como fascinante, sino que el choque protagonizado por mis expectativas y la realidad fue tan brutal, que mi cerebro tardó bastante tiempo en apreciar lo que estaba presenciando.


Sherlock se merece las alabanzas del público por haber conseguido hacer una serie de más que obvia calidad con unos episodios extensísimos, unas actuaciones muy convincentes, y por haber devuelto al panorama televisivo a un héroe que ahora, más que nunca, resulta tan admirable como intrigante. Sin embargo, el momento y las formas en las que yo la recibí no fueron los adecuados y, desgraciadamente, la ligera decepción que sentí al ver ese toque cómico me estropeó en gran medida la acogida de esta serie.

Eso sí, los casos a los que se somete nuestra encantadora pareja son interesantísimos, el último episodio de esta temporada es trepidante y, lo más importante de todo, el personaje de Sherlock se ha ganado todos mis respetos. Por eso abrazaré encantado su segunda temporada.

Lo que MÁS me gusta: el personaje de Sherlock, ya un hito seriéfilo gracias a Benedict Cumberbatch.

Lo que MENOS me gusta: los desagradecidísimos viajes por Londres dentro de los taxis, unas secuencias de caóticas imágenes que – cuanto menos – irritan la retina de cualquier espectador.


Jerry

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