A pesar de que ahora mismo estoy
entusiasmado con series americanas como American Horror Story: Coven, eso no es excusa para dejar de dedicar una gran parte de mi
seriéfilo tiempo a mis amadas series británicas.
Gracias a unos
grandes amigos que muy acertadamente – y sabiendo cómo últimamente mis temas de
conversación televisivos no se adentran más allá del terreno de la BBC o de Channel 4 - decidieron regalarme por mi cumpleaños una serie
británica, esta vez mi tiempo está ocupado por la aclamadísima Sherlock, ese producto televisivo que reúne a la estrella de El Hobbit y al que pondrá voz al infame
dragón Smaug. Así que parece que, cuanto menos, esta serie es prometedora.
● Creador: Mark
Gatiss, Steven Moffat
●
Género: Drama. Crimen.
●
Reparto: Benedict
Cumberbatch, Martin Freeman
●
Duración: 3 temporadas (2010 –
Presente)
●
País de Origen: Reino Unido
Sherlock, como muy bien anticipa el título, es una serie británica
que opta por reintroducirnos a la misteriosa figura del detective británico más
famoso de todos: Sherlock Holmes. Sin embargo, y experimentando un conveniente
lapso temporal con respecto a sus andanzas originales, los responsables de la
serie quisieron hacer más cercano a este héroe al situarle en un Londres
contemporáneo con el que todos pudiésemos identificarnos.
Contando con una humilde
cantidad de tres episodios, que, al mismo tiempo, tienen una soberbia duración
de – nada más y nada menos – noventa minutazos
(convirtiendo, en cierto modo, a esta temporada en una trilogía de películas de
corta duración), Sherlock incendió
las mechas de la pasión en los espectadores, arrastrándome así a sentir unas
necesidades imperiosas de presenciar ese fenómeno de masas.
Lo que me encontré no era lo
que me esperaba. Yo pensaba que la temática de la misma iba a ser adulta y
oscura, y en su lugar lo que recibí fue una serie apta para menores con unos
toques humorísticos bastante acertados pero que no encontraron un hogar – en un
principio – en mi cerebro seriéfilo. El desconcierto en el que me sumió Sherlock fue tan intenso que, probablemente,
actuaría como el inductor de esa paradójica postura que tan poco me gustaba: la
indiferencia.
No es que la serie no me gustase,
porque el personaje de Cumberbatch me apasiona y su capacidad de abstracción es
tanto genial como fascinante, sino que el choque protagonizado por mis
expectativas y la realidad fue tan brutal, que mi cerebro tardó bastante tiempo
en apreciar lo que estaba presenciando.
Sherlock se merece las alabanzas del público por haber conseguido
hacer una serie de más que obvia calidad con unos episodios extensísimos, unas
actuaciones muy convincentes, y por haber devuelto al panorama televisivo a un
héroe que ahora, más que nunca, resulta tan admirable como intrigante. Sin
embargo, el momento y las formas en las que yo la recibí no fueron los adecuados
y, desgraciadamente, la ligera decepción que sentí al ver ese toque cómico me
estropeó en gran medida la acogida de esta serie.
Eso sí, los casos a los que se
somete nuestra encantadora pareja son interesantísimos, el último episodio de
esta temporada es trepidante y, lo más importante de todo, el personaje de Sherlock
se ha ganado todos mis respetos. Por eso abrazaré encantado su segunda
temporada.
● Lo que MÁS me
gusta: el personaje de Sherlock, ya un hito seriéfilo gracias a Benedict
Cumberbatch.
● Lo que MENOS me
gusta: los desagradecidísimos viajes por Londres dentro de los taxis, unas
secuencias de caóticas imágenes que – cuanto menos – irritan la retina de
cualquier espectador.
Jerry
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