domingo, 20 de octubre de 2013

Homeland: lo que fue.

Estoy disgustado. Hace unos meses se terminó la segunda temporada de Homeland y, sorprendentemente, no quise escribir nada acerca de ella. Este suceso no deja de ser curioso porque yo tengo la costumbre de, siempre que termino una temporada, escribir algo sobre ella. Una costumbre que sólo se ve alterada cuando lo que acabo de ver, o bien no me ha terminado de gustar, o bien me ha dejado muy indiferente.

En el caso de Homeland la sensación fue muy extraña. Así como la temporada de forma global – y mientras la estaba viendo – se podría decir que me gustó, el final me pareció malísimo. Fue entonces cuando empecé a reflexionar sobre la serie, a hacer memoria, y, mientras conocidos míos empezaban la explosiva primera temporada, me di cuenta de que yo había dejado de ver Homeland hacía mucho tiempo.

Creador: Howard Gordon, Alex Gansa
Género: Thriller
Reparto: Claire Danes, Damian Lewis, Morena Baccarin, Rupert Friend, Jamey Sheridan…
Duración: 3 temporadas (2011 - Presente)
País de Origen: EEUU


[ATENCIÓN: SPOILERS de primera y segunda temporada y de los tres primeros episodios de la tercera]

Homeland no es lo que era antes. De vez en cuando recuerdo la sensación que tenía al ver los episodios de la primera temporada: esa exagerada angustia, ese esperpéntico asombro… Ya no lo siento. Ya ningún momento de la serie me eriza los pelos de la nuca como aquella escena en la que el agente Brody entraba en el garaje de su casa y se ponía a rezar, ya no tengo que darle a pausa al episodio o gritar enfurecido porque no puedo soportar la tensión de ver cómo Brody suda en un búnker subterráneo o cómo Carrie sufre en su crisis nerviosa. Esas cosas ya no ocurren.

En la segunda temporada, hubo alguna vez que una ínfima parte de esas sensaciones volvieron a aflorar en mi persona… Brody siendo descubierto, viendo cómo Carrie consigue por fin que le hagan caso… Pero la serie que estaba viendo en aquel momento no se parecía en nada a la anterior. Homeland se había desviado de su camino y había pasado a ser una serie más.


Esto no quiere decir que no entienda este cambio en la dirección de la serie, porque el objetivo de su premisa se cumplió - con creces - en sus primeros doce episodios (y, por ello, debería estar satisfecho). Sin embargo, me parece inevitable estar apenado ante el hecho de que mucha gente - yo entre ellos - ha visto los tres primeros episodios de esta tercera entrega por la más pura y vulgar inercia.

Lo reconozco. Yo no estaba nada intrigado por lo que fuese a pasar en el arranque de Homeland este año porque, como ya dije, el final de la segunda temporada me pareció bastante previsible y, honestamente, poco trabajado. Me dio la sensación de que los guionistas de la serie habían querido dar un golpe fortísimo a la trama sin darse cuenta de que, en realidad, estaban trabajando sobre un recurso excesivamente sencillo en el que todo salía como tenía que salir. Y eso antes no pasaba.


Si todos echamos la vista atrás y nos contemplamos a nosotros mismos viendo el último episodio de la primera entrega de Homeland, me apuesto lo que queráis a que esa angustia - generada por el odio incontrolable hacia la figura de Brody y la desesperación tan piadosa hacia la excelentísima Carrie - servía como gasolina para alimentar el fuego de la intriga antes de ver la segunda temporada. ¿Por qué? Porque no pasaba lo que tenía que pasar, porque nada se solucionaba, porque ni un bando ni otro se salía con la suya... Era un empate, un elegantísimo empate que nos retroalimentaba con tal intensidad, que nuestro estómago quería explotar en el momento en el que le hicimos play al primer episodio de la segunda temporada. Y es que, señores, queríamos saber quién se iba a salir con la suya, queríamos saberlo a toda costa pero, al mismo tiempo, deseábamos continuar con esa incertidumbre porque, justo en esa agridulce situación, estaba el punto fuerte de Homeland. Fue de eso mismo de lo que nos enamoramos.

Sin embargo, cuando Brody pasó a trabajar para la CIA, dejamos de sentir su magia. La serie había empezado a recorrer un camino muy distinto en el que, ahora mismo, no se puede dar la vuelta. Seamos razonables: Brody ya no puede ser “el villano” porque, a estas alturas, ni es lógico, ni encajaría con la serie. Brody ya sólo puede ser el fugitivo venezolano al que, tarde o temprano, o bien atraparán los musulmanes para someterle a un castigo (o los americanos para condenarle a la silla eléctrica), o bien la CIA contratará – pese a la controversia que suscitaría  - para servir a su país a distancia. Porque no, Carrie no le va a salvar esta vez. No debe.

Hablando de la reina de Roma, y como todos creemos, Carrie aparentemente siempre ha llevado el timón de la serie. Sin embargo, su trastorno bipolar - que una vez sirvió como enzima catalizadora de un giro temático de proporciones épicas - ahora mismo está consumiendo a la serie como un cáncer terminal. Carrie está destrozada, su personaje ha caído por culpa de sus superiores y, ahora mismo, pese a quererla muchísimo, resulta completamente absurdo que remonte y que se convierta en la magnate de antaño.

En resumidas cuentas, el atractivo de las semillas protagonistas de la serie ha sido cultivado en el terreno menos apropiado de todos. Y el abono amoroso utilizado para hacerles crecer ha terminado pudriendo los que una vez fueron unos brillantes frutos.


Homeland no es lo que era antes… Se la están cargando, y un claro síntoma de ello es que, ahora mismo, lo único que me intriga de la tercera temporada es ver cuál es el destino de las cenizas que el incendio de Brody ha dejado en Washington... Sí, lo único que me intriga es el porvenir de la familia Brody: el legado del verdadero personaje clave de esta serie. Carrie - admitámoslo - era una bomba de bipolar relojería, y esto se ha hecho evidente en los primeros tres episodios de la nueva temporada.

Pensadlo.

Jerry.

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