miércoles, 5 de junio de 2013

Malditas Comedias Románticas: Las Princesotas


Es un hecho irrefutable que la sociedad de hoy en día está llena de princesitas salidas de cuentos de hadas. Esas niñas caprichosas, cursis, que se miran al espejo mientras hacen que hablan con alguien para practicar sus manierismos o que hacen que sus hermanos o padres se sientan como verdaderos mayordomos o asesores de moda.

Sí, todos hemos conocido alguna vez a una niña de 8 años entregada plenamente a los cuentos de zapatos encantados, somníferas ruecas o manzanas envenenadas. Y, por lo menos a mí, me encantan. Este prototipo de niña pequeña, eventualmente, evolucionará y dejará tras de sí un buenísimo recuerdo de todas las películas de Princesas Disney sin llegar a convertirse en una repelentemente ignorante de la vida extra-rosada de este mundo que habitamos.

Lo que no todos sabemos es que, a parte de estas graciosísimas princesitas, nuestra sociedad está invadida por otro tipo de damiselas en apuros llamadas princesotas que deben su personalidad a, ¡cómo no!, las fatídicas y malditas comedias románticas.

Y, estad atentos lectores, porque la única diferencia entre las princesitas y las princesotas es la edad. Las princesotas son adolescentes y adultas que siguen siendo caprichosas y cursis, que siguen mirándose al espejo mientras hacen que hablan con alguien para practicar sus manierismos y que siguen manteniendo a sus hermanos o padres en el rol de mayordomos o asesores de moda.

Totalmente fuera de juego.



Lo queráis o no, las Malditas Comedias Románticas han generado un abominable perfil sociológico capaz de repeler a todo hombre cuerdo... Y es que estas princesotas deberían ser las protagonistas de una película de ciencia ficción; son delicadas, coquetas, siempre portan con ellas múltiples accesorios tremendamente versátiles para la vida moderna (sólo quedan excluidos de esa evidente ironía sus remedios anti-pérdidas repentinas que tiñen de un rojo sangre su hasta entonces idílica existencia cómico-romántica), tienen una patatoncia metida en la boca que paradójicamente les dota con voces angelicales y risa de sangre azul, y creen que el mundo entero – y ya no sólo su propia vida – es una maldita comedia romántica de la que sólo ellas son las protagonistas.

Debido a ese importante protagonismo, que obviamente extraen de filmes como Pretty Woman, estas chicas suelen ser superficiales y acostumbran a tener armas mortíferas de mujer capaces de destruir a toda contrincante que se les presente o, en su ausencia, a toda fémina que no acceda a formar parte de su selecto club de alterne (sí, me apetecía añadir “de alterne”). Y no sólo a mujeres... ellas también utilizarán sus armas ante toda esa multitud de hombres cuyo cerebro queda recluido en los cuerpos cavernosos de su queridísimo apéndice anterior.

Si ese exceso de feminidad y esa fatigosa conducta no les bañase de suficiente repugnancia, lo más gracioso de este grupo de mujercitas es que están más que convencidas de que se merecen a su Príncipe Azul y de que lo van a encontrar. 

Y yo les digo: no estáis buscando a un príncipe azul... O bien queréis acabar teniendo una cita con Ken de Toy Story, o bien estáis buscando al prototipo de hormonado capitán de fútbol de instituto americano.


Desgraciadamente para ellas, y hablando por el 90% de todos los hombres (a los que creo que este comentario no ofenderá ni por asomo), a nosotros nos revienta pensar que alguien nos pueda concebir como un Príncipe Azul.  Maldita sea, princesotas, ¿qué estáis pensando? ¿De verdad creéis que ese tipo de persona existe? Toda mujer, al alcanzar cierta edad prudentemente prematura, ha de asumir que los hombres de a pie no somos - ni queremos ser - como aquellos que salen en las malditas y odiosas comedias románticas. Ni por asomo.

No podemos estar súper fuertes, tener una sonrisa radiante, ser inteligentes, entrañablemente torpes, exquisitamente detallistas y repugnantemente románticos a la vez. No se puede: es matemáticamente imposible y, honestamente, ¿de verdad buscáis príncipes así? ¿A vosotras nadie os dijo que la perfección es aburrida? ¿De verdad queréis que seamos unos lilas calzonazos sin personalidad propia? Pues apagad y vámonos, nos esperan unas cañas con mis colegas.

Además, ¿acaso estamos nosotros contentos con vuestras actitudes de princesotas extraídas de filmes que rozan la calidad de Epic Movie?


En fin, princesotas adolescentes, no estáis en vuestro propio cuento de hadas, vuestra pareja jamás será - ni querrá ser - perfecta y, desgraciadamente, es muy probable (y casi preferible) que el día de vuestra boda no comáis perdices; tienen perdigones y, además, suelen llevar demasiada pimienta.

Comed sucias y gordas palomas y al cuerno con las perdices.

Maldito "Colorín Colorado..."
Todos sabemos que acabaste en "...esta princesota ha ganado".

Tom.

1 comentario:

  1. sucias y gordas palomas jajaja muy bueno. Este post revela cierta personalidad del que lo escribe, interesante.

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